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16/9/16

Relato breve de Fabián Mancilla

EL SUCESO
Ese día el bar no fue distinto a otros días, nosotros fuimos los distintos. La mayoría comenzó a aparecer más temprano que de costumbre, quizá ansiosos por comentar el hecho, debatirlo. Petra, con su habitual responsabilidad se quejó de algún rezagado; el “mudo” Achaval habló más de lo habitual, reivindicando su apodo; “Kalandraka” Medero rápidamente solicitó al mozo la presencia de las ineludibles “birras” y se acomodó en su clásico lugar junto a la ventana, fiel a su manía de “relojear” alguna “fémina”. Ninguno de nosotros se quería perder la charla del día, ya que acontecimientos como este no ocurrían cotidianamente por estos lares. José, el mozo del bar “Rincón de bola” propuso que se le avisara cuando comentaran el hecho. Nadie quería perderse nada. La expectativa carcomía nuestros nervios.
La noche anterior, en ese lugar tan conocido por nosotros, habían aparecido esos oscuros y raros tipos, y lo que  siempre había sido rincón de alegría, de la noche a la mañana se convirtió en un espacio lóbrego y trágico. Nadie lo podía creer.
“Kalandraka” comenzó a añorar a cuenta la pérdida de ese lugar. Él nos había introducido gradualmente a ese mundo que tenía mucho de “tristeza post coitum”, pues lo ansiábamos durante el día y, consumada la asistencia, inmediatamente jurábamos no volver allí nunca más. Al día siguiente, por la mañana, en algún momento libre, nos juntábamos para hacer planes para la noche siguiente. El mudo Achával recordó las anécdotas que contaba siempre y algunos nos fastidiamos un poco. En definitiva la “novedad” lo eximía de sus clásicas y verborrágicas anécdotas. Esa noche el bar cerró sus puertas temprano, por la pobreza de clientes (aunque inferimos que el “Gringo” Condratiuk, el dueño, estaba más ansioso que nosotros) y la madrugada nos sorprendió debatiendo la situación. La tristeza nos había ganado y nos hermanó más de lo normal; alguno derramó algún lagrimón disimulado entre las penumbras del bar. Nunca olvidaremos aquellas épicas jornadas donde temporalmente nos recibimos de licenciados en “opinología” y doctores en tristeza. La edad, las responsabilidades actuales y la vergüenza nos hacen precavidos con la memoria de esa época.

                                             Fabián A. Mancilla, Avia Terai, Chaco-septiembre 09/16

POEMA PARA MI QUERIDO PUEBLO DE AVIA TERAI (poema de Fabián Mancilla)

PEQUEÑO POEMA  PARA  ESTE  PEDAZO DE MI TIERRA
Esta nostálgica siesta desparrama parsimonia
sobre este pedazo de tierra que huele a gringos y criollos.
Soy de aquí.
Un cielo de alguaciles y mariposas devoran las horas;
hornos calientes y esperanzadores
Sueñan con batallar a esas anónimas hambres.
Aquí se desbandó mi grito primero;
Aquí, entre diagonales y sueños paternales, pronto se extraviaron  sudores y desengaños.
Aquí soñaron gringos y santiagueños con el dulce sabor de la cosecha
y se encandilaron con el brillo del arado;
Aquí  murieron esperanzas y renacieron sueños;
miradas dibujaron mañanas y, colgadas en los horcones del fracaso, fenecieron voces.
Aprendí, con tus calles y tus olores.
Bebí la savia que llena los corazones de nostalgias,
Bebí el zumo de la “raíz” y me ahogué con el terruño.
Por más que quiera, nunca más otro aroma será mío.
La pasión, esa que mueve al hombre hacia la aventura,
condenó mis pasos al ostracismo de tus calles,
mi infancia se exilió.
Mis noches lejanas, embargadas de hastío, devoraron recuerdos en la vastedad de la distancia.
Aprendí a extrañar este pequeño gran suelo que solo importa para mí.
Maldije mil veces el sueño herrumbrado de estas calles amplias, ricas en  polvos y recuerdos;
Tu sal, tu tristeza añeja, desparramó “sufrires” por estos paisajes curtidos de soles y casas bajas.
Pero me equivoqué. En el apuro por ganarle a la adolescencia, por llegar a la meta, mi corazón se pobló de incomprensión.
La distancia feneció en adioses y el recuerdo dio paso al presente. Volví a ti.
Lentamente abrí las puertas a chúcaros potros de esta zurda que, desbocados,
arrimaron las silabas para susurran tu nombre ancestral: “Aviak nun Tadaek…”
En cada esquina de tus laberínticas diagonales atesoré recuerdos que, al armarlos, podrían delatar el relato de mi vida entera.
Tus mañanas ebrias de motores, gorjeos y bullicios con olor a campo, maduraron al compás de horas lerdas.
Una lluvia, un viejo mateando en la vereda, un perro ladrador, completaron el paisaje de este “Monte Grande”. Amé tus días grises, de lloviznas nostálgicas.
Alguna vez (en esos momentos en que todo suena a turbio y húmedo)
 iniciamos un pacto, “arquitectamos” un futuro.
Aquí desenvainé el alfanje para ultimar a mi soledad,
aquí ensanché la brecha, amplié el deslinde para que cupieran dos.
Aquí mis semillas fueron esperanzas y mis brotes fueron raíces.
Aquí encontré el tono a las canciones que durante mucho tiempo solo acercaron tristezas. Aquí uncí mi carro a estrellas que pronto fueron constelaciones.
Aquí soy feliz.
Me comprometo (con una mano en el corazón y cuando me pueblen las aves, aquellas que vuelan hacia el horizonte)  
a dejar de heredero al viento,
para que cada día, en rito de una lenta procesión,
traiga la voz del niño “ese”
a cada esquina de estas diagonales rebeldes y castas,
diagonales que fatigaron mi felicidad adolescente
y siguen encandilando estos tristes y gastados sueños.


Fabián,  Martes 24 febrero 2015.