EL SUCESO
Ese día el bar no fue distinto a otros días, nosotros fuimos
los distintos. La mayoría comenzó a aparecer más temprano que de costumbre,
quizá ansiosos por comentar el hecho, debatirlo. Petra, con su habitual
responsabilidad se quejó de algún rezagado; el “mudo” Achaval habló más de lo
habitual, reivindicando su apodo; “Kalandraka” Medero rápidamente solicitó al
mozo la presencia de las ineludibles “birras” y se acomodó en su clásico lugar
junto a la ventana, fiel a su manía de “relojear” alguna “fémina”. Ninguno de
nosotros se quería perder la charla del día, ya que acontecimientos como este
no ocurrían cotidianamente por estos lares. José, el mozo del bar “Rincón de bola”
propuso que se le avisara cuando comentaran el hecho. Nadie quería perderse
nada. La expectativa carcomía nuestros nervios.
La noche anterior, en ese lugar tan conocido por nosotros,
habían aparecido esos oscuros y raros tipos, y lo que siempre había sido rincón de alegría, de la
noche a la mañana se convirtió en un espacio lóbrego y trágico. Nadie lo podía
creer.
“Kalandraka” comenzó a añorar a cuenta la pérdida de ese
lugar. Él nos había introducido gradualmente a ese mundo que tenía mucho de
“tristeza post coitum”, pues lo ansiábamos durante el día y, consumada la
asistencia, inmediatamente jurábamos no volver allí nunca más. Al día
siguiente, por la mañana, en algún momento libre, nos juntábamos para hacer
planes para la noche siguiente. El mudo Achával recordó las anécdotas que
contaba siempre y algunos nos fastidiamos un poco. En definitiva la “novedad”
lo eximía de sus clásicas y verborrágicas anécdotas. Esa noche el bar cerró sus
puertas temprano, por la pobreza de clientes (aunque inferimos que el “Gringo”
Condratiuk, el dueño, estaba más ansioso que nosotros) y la madrugada nos
sorprendió debatiendo la situación. La tristeza nos había ganado y nos hermanó
más de lo normal; alguno derramó algún lagrimón disimulado entre las penumbras
del bar. Nunca olvidaremos aquellas épicas jornadas donde temporalmente nos
recibimos de licenciados en “opinología” y doctores en tristeza. La edad, las
responsabilidades actuales y la vergüenza nos hacen precavidos con la memoria
de esa época.
Fabián
A. Mancilla, Avia Terai, Chaco-septiembre 09/16
No hay comentarios:
Publicar un comentario